Que un bollo con clavos metido en una pecera sea considerado arte y que un grupo de archimillonarios colleccionistas peleen a golpe de pujas por conseguir la pieza, depende de muchos factores. Porque el arte contemporáneo es raro, amorfo y en consecuencia, dificil de valorar.
Asimismo el arte que entendemos ahora tiene el valor que le damos. El buen gusto va determinar el buen arte pero, no podemos tasarlo como quien valora el precio de un piso. El arte se manifiesta de muchas maneras, tiene muchos nombres, muchas historias y solo él puede violar los limites de lo permitido.
Pero la rentabilidad del "arte" es demasiado fuerte para dejarla en manos de la subjetividad. Así nace el arte para ricos, las magníficas colecciones de la Duquesa de Alba o los premios a lo que ya tiene la suerte de ser considerado (y sobre todo, valorado) como arte. El artículo de El País "No lo llames museo" recoge la visión de varios de los mas imporantes coleccionistas del mundo y recuerda su forma de ostentación y lujo para estos coleccionistas insaciables.
Al resto de mortales no nos queda otra que valorar y disfrutar del arte sin forma, sin olor, sin color... el arte que se presenta de forma espontánea y arrastra los sentidos y sentimientos a su esencia.
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